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Dr. Poltorak

Preguntas frecuentes

La creencia tradicional sostiene que Moisés fue el autor de los Cinco Libros de la Torá durante las andanzas de los israelitas por el desierto (alrededor del siglo XIII a. C.), recibiendo la revelación directa en el Sinaí. Sin embargo, la erudición bíblica moderna señala diferencias estilísticas y temáticas —a menudo etiquetadas como la Hipótesis Documental (fuentes J, E, P, D)— que sugieren múltiples autores o capas de redacción a lo largo de los siglos. Quantum Torah aborda esto afirmando el Sinaí como un momento histórico de “colapso de la función de onda” (donde el discurso divino se fijó en el lenguaje humano), al tiempo que permite procesos editoriales humanos posteriores que dieron forma al texto en su forma final.

En un nivel literal, el Génesis narra seis días de creación, pero la cosmología sitúa el Big Bang hace unos 13.800 millones de años. Una solución es ver los “días” de la creación como épocas no literales o marcos poéticos: cada “día” podría representar una fase en la evolución cósmica (energía oscura/materia oscura, formación de galaxias, surgimiento de la vida, etc.). Quantum Torah propone además un modelo de dos líneas de tiempo: un universo superpuesto “pre-físico” (independiente del observador) que dura miles de millones de años, seguido de una línea de tiempo “física” que comienza con los primeros observadores conscientes, alineando los seis “días” con la historia humana sin negar los datos cosmológicos.

En física (especialmente la relatividad), el tiempo es una cuarta dimensión en el espacio-tiempo, entrelazada con el espacio y experimentada de manera diferente dependiendo del marco de referencia de cada uno. En la Torá y el pensamiento judío clásico, el tiempo a menudo tiene una estructura más teleológica o espiritual (por ejemplo, las cuatro letras del Tetragrámaton que mapean el pasado, el presente y el futuro). Quantum Torah destaca el concepto de “tiempo cuántico”, donde hasta que un observador mide (colapsa) un sistema, los eventos temporales existen en superposición. Esta idea refleja la noción de la Torá de que los momentos sagrados (como el Shabat o el Sinaí) “fijan” el tiempo en la santidad, haciéndolo tanto dinámico (fluido) como discreto (santificado).

La narrativa de Adán y Eva en el Génesis describe una transición: antes de comer del Árbol del Conocimiento, existen en un estado no caído, “proto-físico”; después, adquieren conciencia del bien y del mal y entran en la línea de tiempo humana —”física”—. Análogamente, la mecánica cuántica postula que antes de la medición, un sistema está en superposición, y solo tras la observación adopta un estado definido. Quantum Torah sugiere que el acto de comer de Adán y Eva simboliza la primera “medición” de la realidad: la autoconciencia consciente colapsando la función de onda de la humanidad, desencadenando una nueva era en la que la historia (y el tiempo registrado por los humanos) realmente comienza.

Las letras hebreas conllevan valores numéricos (gematría) y profundidad simbólica en la tradición cabalística. Por ejemplo, el primer versículo del Génesis (בראשית) comprende siete letras cuya suma numérica (270) y disposición insinúan etapas de la creación. Desde una perspectiva física, se pueden mapear estas letras a constantes o simetrías fundamentales: la letra “א” (álef) a menudo se vincula con el infinito (Ein Sof), análogo a un campo cuántico ilimitado; “י” (yud) se asemeja a un punto de singularidad (como el Big Bang). Quantum Torah explora cómo las secuencias de letras de la Torá forman un “algoritmo” codificado para la realidad, similar a las reglas matemáticas que rigen las interacciones de las partículas.

Cuando un versículo dice “la tierra está fija y no puede ser movida” (Salmo 104:5), las lecturas literales chocan con el heliocentrismo y la tectónica de placas. Los comentaristas judíos clásicos (por ejemplo, Rambam, Ibn Ezra) a menudo empleaban “ta’amei hamitzvot” (razones detrás de los mandamientos) o “drash” (interpretación homilética) para mostrar que el versículo aborda verdades morales o espirituales en lugar de la física. Quantum Torah va más allá al sugerir que tales versículos transmiten un lenguaje “dependiente del observador”: declaraciones que reflejan cómo los humanos perciben el cosmos, no cómo el cosmos existe objetivamente. En otras palabras, antes de que alguien “mida” el movimiento de la tierra, aparece estacionaria: un concepto que se repite en experimentos cuánticos donde las partículas no medidas carecen de propiedades definidas.

La Cábala describe las emanaciones de Dios a través de diez Sefirot —”atributos” secuenciales que despliegan la luz divina en la creación—, mientras que el Ein-Sof representa la fuente infinita. En la teoría cuántica de campos, las partículas surgen de fluctuaciones en un campo cuántico subyacente (un potencial infinito). Quantum Torah establece paralelismos: el Ein-Sof refleja la energía ilimitada del vacío cuántico, y las Sefirot corresponden a eventos de ruptura de simetría (transiciones de fase) en los que el campo infinito se “condensa” en fuerzas distinguibles: gravedad, electromagnetismo, etc. Ambos marcos describen una transición de la unidad indiferenciada a una realidad estructurada y multinivel.

La Torá describe a los humanos como agentes morales responsables de sus elecciones: “He puesto delante de ti la vida y la muerte… elige la vida” (Deut 30:19). Sin embargo, la física —especialmente en la mecánica newtoniana clásica— describe un universo determinista donde los estados futuros están totalmente determinados por las condiciones presentes. La mecánica cuántica, sin embargo, permite la aleatoriedad intrínseca: hasta que se miden, los resultados existen en superposición probabilística. Quantum Torah utiliza esto para argumentar que Dios otorga un verdadero libre albedrío: cada decisión humana “colapsa” múltiples futuros potenciales en un único resultado real, reflejando cómo una medición cuántica reduce las probabilidades a un evento definido. Por lo tanto, si bien la providencia de Dios establece las condiciones límite, las elecciones humanas conllevan un peso real, no predeterminado.